jueves, 28 de mayo de 2015

Los hombres que queman libros saben lo que hacen. George Steiner


Los restos de la biblioteca de Bagdad: Los que destruyen libros son los que reconocen la importancia de los libros. Los biblioclastas saben que, sin la destrucción de los libros y documentos, la guerra está incompleta, porque no basta la muerte física del adversario. También es necesario desmoralizarlo...........


 
¿Por qué el hombre destruye libros, por qué derroca la memoria? Mucho se ha dicho pero las opiniones son discretas. Se sabe que dicha actividad recibe el apelativo griego biblioclastia (o biblioclasmo) y se define, según el Piccolo Dizionario di Bibliofilia como un “odio, feroce avversione verso i libri, accompagnata da volontà distruttiva. Simile alla Bibliofobia”. Es interesante lo que por su parte Umberto Eco, en su texto Desear, poseer y enloquecer distingue tres tipos de biblioclastia:


Existen tres formas de biblioclastia o  destrucción de los libros:
La biblioclastia fundamentalista,  la biblioclastia por incuria, y aquella por interés.

  •  El biblioclasta fundamentalista no odia los libros como objeto, teme por su contenido y no quiere que otros los lean. Además de un criminal, es un loco, por el fanatismo que lo anima. La historia registra pocos casos excepcionales de biblioclastia, como el incendio de la biblioteca de Alejandría o las hogueras nazis.
  •  La biblioclastia por incuria es la de tantas bibliotecas italianas, tan pobres y tan poco cuidadas, que a menudo se transforman en espacios de destrucción del libro, porque una manera de destruir los libros consiste en dejarlos morir y hacerlos desaparecer en lugares recónditos e inaccesibles.
  • El biblioclasta por interés destruye los libros para venderlos por partes, pues así obtiene mayor provecho.
 
 
Historia universal de la destrucción de los libros de Fernando Baez, forma parte de la colección de libros de la Biblioteca de Cubas de la Sagra, relata la inefable masacre cometida con las bibliotecas desde sus comienzos en la región mesopotámica de Súmer (hace 5.300 años aproximadamente), pasando por el emperador chino Qin Shih Huang Ti (213 a.C.), la quema de manuscritos en Constantinopla, la de la España medieval, la destrucción de códices prehispánicos, los expurgos inquisitoriales, la hoguera del oprobio hecha por los nazis (1933), hasta los memoricidios efectuados por los serbios (1993) y, aún ahora, el bibliocausto en Irak. 

 

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