sábado, 17 de diciembre de 2011

Una explicación muy bonita

Los Reyes Magos existen


Apenas su padre se había sentado al llegar a casa, dispuesto a
escucharle como todos los días lo que su hija le contaba de sus


actividades en el colegio, cuando ésta en voz algo baja, como con

miedo, le dijo:

- ¿Papa?

- Sí, hija, cuéntame

- Oye, quiero... que me digas la verdad

- Claro, hija. Siempre te la digo -respondió el padre un poco sorprendido

- Es que... -titubeó Blanca

- Dime, hija, dime.

- Papá, ¿existen los Reyes Magos?

El padre de Blanca se quedó mudo, miró a su mujer, intentando

descubrir el origen de aquella pregunta, pero sólo pudo ver un rostro

tan sorprendido como el suyo que le miraba igualmente.

- Las niñas dicen que son los padres. ¿Es verdad?

La nueva pregunta de Blanca le obligó a volver la mirada hacia la niña

y tragando saliva le dijo:

- ¿Y tú qué crees, hija?

- Yo no se, papá: que sí y que no. Por un lado me parece que sí que

existen porque tú no me engañas; pero, como las niñas dicen eso.

- Mira, hija, efectivamente son los padres los que ponen los regalos

pero...

- ¿Entonces es verdad? -cortó la niña con los ojos humedecidos-. ¡Me

habéis engañado!

- No, mira, nunca te hemos engañado porque los Reyes Magos sí que

existen -respondió el padre cogiendo con sus dos manos la cara de

Blanca .
- Entonces no lo entiendo. papá.
Siéntate, Blanquita, y escucha esta historia que te voy a contar

porque ya ha llegado la hora de que puedas comprenderla -dijo el

padre, mientras señalaba con la mano el asiento a su lado. 
Blanca se sentó entre sus padres ansiosa de escuchar cualuier cosa

que le sacase de su duda, y su padre se dispuso a narrar l que para

él debió de ser la verdadera historia de los Reyes Magos:  
- Cuando el Niño Jesus nació, tres Reyes que venían de Oriente guiados

por una gran estrella se acercaron al Portal para adorarle. Le
llevaron regalos en prueba de amor y respeto, y el Niño se puso tan

contento y parecía tan feliz que el más anciano de los Reyes, Melchor,

dijo:

- ¡Es maravilloso ver tan feliz a un niño! Deberíamos llevar regalos a
todos los niños del mundo y ver lo felices que serían.

- ¡Oh, sí! -exclamó Gaspar-. Es una buena idea, pero es muy difícil de
hacer. No seremos capaces de poder llevar regalos a tantos millones de

niños como hay en el mundo.

Baltasar, el tercero de los Reyes, que estaba escuchando a sus dos

compañeros con cara de alegría, comentó:

- Es verdad que sería fantástico, pero Gaspar tiene razón y, aunque
somos magos, ya somos ancianos y nos resultaría muy difícil poder

recorrer el mundo entero entregando regalos a todos los niños. Pero

sería tan bonito. Los tres Reyes se pusieron muy tristes al pensar que no podrían

realizar su deseo. Y el Niño Jesús, que desde su pobre cunita parecía

escucharles muy atento, sonrió y la voz de Dios se escuchó en el

Portal:

- Sois muy buenos, queridos Reyes Magos, y os agradezco vuestros

regalos. Voy a ayudaros a realizar vuestro hermoso deseo. Decidme:

¿qué necesitáis para poder llevar regalos a todos los niños?

- ¡Oh, Señor! -dijeron los tres Reyes postrándose de rodillas.

Necesitaríamos millones y millones de pajes, casi uno para cada niño

que pudieran llevar al mismo tiempo a cada casa nuestros regalos,

pero. no podemos tener tantos pajes., no existen tantos.

- No os preocupéis por eso -dijo Dios-. Yo os voy a dar, no uno sino

dos pajes para cada niño que hay en el mundo.

- ¡Sería fantástico! Pero, ¿cómo es posible? -dijeron a la vez los

tres Reyes Magos con cara de sorpresa y admiración.

- Decidme, ¿no es verdad que los pajes que os gustaría tener deben

querer mucho a los niños? -preguntó Dios.
- Sí, claro, eso es fundamental - asistieron los tres Reyes.

- Y, ¿verdad que esos pajes deberían conocer muy bien los deseos de los
niños?

- Sí, sí. Eso es lo que exigiríamos a un paje -respondieron cada vez

más entusiasmados los tres.

- Pues decidme, queridos Reyes: ¿hay alguien que quiera más a los

niños y los conozca mejor que sus propios padres?

Los tres Reyes se miraron asintiendo y empezando a comprender lo que

Dios estaba planeando, cuando la voz de nuevo se volvió a oír:
- Puesto que así lo habéis querido y para que en nombre de los Tres

Reyes Magos de Oriente todos los niños del mundo reciban algunos

regalos, YO, ordeno que en Navidad, conmemorando estos momentos, todos

los padres se conviertan en vuestros pajes, y que en vuestro nombre, y

de vuestra parte regalen a sus hijos los regalos que deseen. También

ordeno que, mientras los niños sean pequeños, la entrega de regalos se

haga como si la hicieran los propios Reyes Magos. Pero cuando los

niños sean suficientemente mayores para entender esto, los padres les

contarán esta historia y a partir de entonces, en todas las Navidades,

los niños harán también regalos a sus padres en prueba de cariño. Y,

alrededor del Belén, recordarán que gracias a los Tres Reyes Magos

todos son más felices.

Cuando el padre de Blanca hubo terminado de contar esta historia, la

niña se levantó y dando un beso a sus padres dijo:
- Ahora sí que lo entiendo todo papá.. Y estoy muy contenta de saber
que me queréis y que no me habéis engañado.
Y corriendo, se dirigió a su cuarto, regresando con su hucha en la
mano mientras decía:
- No sé si tendré bastante para compraros algún regalo, pero para el
año que viene ya guardaré más dinero.

Y todos se abrazaron mientras, a buen seguro, desde el Cielo, tres
Reyes Magos contemplaban la escena tremendamente satisfechos.


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